RETÉN MILITAR
El retén militar dibujado por Luis es representativo de los dibujos sobre el retén que hicieron sus compañeros. Como podemos observar consta de varios elementos, un puesto de control, casas, dos o tres soldados con armas, revisando coches mientras otro está sentado. En todas las representaciones el cuartel está a las orillas de la carretera. Todos los elementos se repiten en los dibujos de diversas formas.Luis nos explicó que:
“En el retén militar hay casas, la cancha de básquetbol ya es de los soldados”.
-¿Qué hacen los soldados?
“Revisan coches y matan”.
El llamado “retén militar” por parte de los niños, es un cuartel militar con pista de aterrizaje, barracas donde viven los soldados, puesto de control y revisión. Alrededor del retén militar hay negocios clandestinos donde se vende alcohol y droga, algunas casas que alquilan cuartos para los turistas que llegan a pasear a la cascada y casas de prostitución administradas por gente ajena a la comunidad.
— “Los guachos viven ahí, ahí lavan, se bañan, juegan cartas” Rolando 11 años.
— “Todas las noches ponen música, se ponen bien bolos (borrachos). Mi papá apaga la luz para que no sepan que estamos despiertos y quieran molestarnos” Pati 9 años.
— “Cuando paso con mis hermanas y los soldados se están bañando, nos gritan para que los veamos, nos invitan a bañarnos con ellos...nosotras corremos” Leticia 12 años.
— “Traen a sus mujeres, son como sus esposas pero cada semana cambian” Rosa 12 años.
Así como en sus testimonios, los dibujos infantiles tienen muchos detalles, lo que nos muestra que estos niños no sólo son muy observadores, sino muy perceptivos, son capaces de narrar sucesos que posiblemente no vivieron pero que a través de lo que escuchan y observan crean sus propias historias llenas de vida, sensaciones y sentimientos, ejemplo de esto es cuando entró el ejército a la comunidad en 1995:
— “Cuando llegaron los soldados, nos tuvimos que ir a la montaña, mi mamá dice que estuvimos allá arriba como una semana, yo era tut alal (bebé) todavía, por eso tenía miedo y lloraba mucho, fue en febrero, hacía mucho frío” Cristina 11 años.
— “Cuando llegaron hacía mucho viento, volaban aviones bajito, bajito, traían tanquetas, ametralladoras, disparaban al aire, todos corríamos, los priístas se encerraban en sus casas, nosotros nos tuvimos que huir a la montaña, nos querían matar” Julián 12 años.
— “Cuando regresamos de la montaña, dicen que mis abuelitos lloraron, los soldados quemaron todo, construyeron el retén en los solares de mis tíos porque sabían que éramos zapatistas y ahí siguen en nuestras tierras” Juan Manuel 11 años.
— “A mi tío lo persiguieron los perros, unos perros negros que los soldados soltaban todas las noches, no podíamos salir de nuestra casa, ni encender velas, ni hacer ruido” Miguel 11 años.
— “Antes de que llegaran los guachos (soldados), dice mi abuelito que tranquilo caminabas por la montaña, no había carretera, sí pues, se necesitaba la carretera para sacar los costales de café pero no se necesitaban soldados” Beto 11 años.
Estos testimonios, parecen vivencias de los niños, recuerdos donde se describen estados de ánimo y de climas entreverados con las interpretaciones de los adultos que los rodean. Esto es un ejemplo de transmisión oral de su cultura, que estimula la resistencia y que va sumándose a la conciencia colectiva.
A pesar de que para muchos niños el retén y los camiones militares forman parte del paisaje de su comunidad, son un referente de agresión al que no pueden acostumbrarse.
— “Yo estaba muy chiquito, pero me acuerdo que para ir a la milpa teníamos que caminar mucho por un camino largo de tierra blanca, finita... y los soldados ya estaban ahí, apuntando con sus armas” Rolando 11 años.
— “Cada mes cambia la tropa, llegan un chingo de camiones llenos de soldados, cuando pasan mi hermanito Milo se asusta y se esconde en la leña” Josué 9 años.
— “Los camiones son grandes tienen sus armas, nos apuntan cuando estamos jugando, nosotros nos tiramos en la carretera o les apuntamos con unos palos” Beto 11 años.
Otro suceso significativo para los niños, sobre el actuar de los soldados en su comunidad, es que les regalan dulces para ganar su confianza:
— “A veces, los soldados, nos avientan dulces cuando vamos pasando, quieren que seamos amigos, pero ¿cómo si llegaron sin pedir permiso?” Pedro 11 años.
— “Una vez mi hermano recogió los dulces del suelo, mi papá lo regaño le dijo que no comiera nada de los soldados, que lo iban a envenenar” Julián 12 años.
— “A Evaristo no le dieron veneno, sino droga, después se hizo chinchulín” Miguel 11 años.
— “En la televisión vimos como los niños se acercaron a un tanque para recibir los dulces y se murieron con la bomba” [1] Josué 9 años.
Los dulces que obsequian los soldados es el primer acercamiento que buscan el ejèrcito federal con los pobladores más pequeños y a decir de los niños no sólo es para obtener información sino favores:
— “Hay chamaquitos a los que les dan dulces a cambio de que lleven a sus hermanas en las tardes, para vacilar pues” Jorge 11 años.
— “Cuando llegaron, molestaban a las muchachas, muchas quedaron embarazadas, todavía siguen violando a las muchachas priístas, sus papás se las venden a los soldados” Josefina 13 años.
Para los niños y de manera especial, para las niñas, el retén militar además de representar violencia física representa violencia simbólica, introduciendo nuevos valores, ideas, costumbres que rompen con la cultura de las comunidades y sus sistemas normativos: como beber en la vía pública, fumar mariguana y vender droga, pasear con las prostitutas, poner música toda la noche, permitir el tráfico de animales y maderas preciosas, como la caoba, que va en contra del desarrollo sustentable de la comunidad.
Aunque los soldados federales han tenido que respetar ciertas reglas en los recursos de uso común: como la cascada, el ojo de agua, la iglesia o el centro del Pueblo. El retén, parece un espacio libre y ajeno al Ejido, donde las reglas comunitarias no tienen cabida y sólo se respetan las órdenes militares, a pesar de estar posicionado frente al panteón comunitario.
PARAMILITARES ¿MITO O REALIDAD?
Posiblemente la táctica paramilitar ha sido una de las más efectivas en Chiapas porque al no utilizar no sólo ataques militares sino psicológicos genera terror en la población resquebrajado el tejido social y los lazos familiares esenciales para conservar la vida comunal. La formación de grupos paramilitares, es fomentada por el Ejército federal y grupos de poder local, de manera clandestina. A decir de algunas personas, se invita a los grupos paramilitares (Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista; Paz y Justicia o Chinchulines), a jóvenes y hombres adultos sin tierra, excluidos del proceso agrario y de las decisiones del ejido [2], a veces a través de los partidos políticos, de manera independiente. O bien, a través de los programas de gobierno se les organiza para proteger sus proyectos, con la premisa de la autodefensa civil, para lo cual se les proporciona armas, entrenamiento, droga y un alto sueldo.
Los paramilitares son una realidad que despierta muchos mitos; por la relativa cercanía de la comunidad con la frontera con Guatemala, los habitantes suelen contar historias de los kaibiles [3] que llegaban persiguiendo a los refugiados guatemaltecos y que en la actualidad son asesores del Ejército federal y de los “paramilitares chiapanecos”. Situación que genera muchas similitudes en sus formas de ataque: comen carne cruda, hacen ruidos como animales, decapitan a sus víctimas o las mutilan.
Los testimonios de los niños sobre los paramilitares denotan mucho miedo, incluso más del que pueden tenerle a los soldados federales. Para los niños todos los paramilitares son llamados “chinchulines” aunque el grupo paramilitar que ataca en la zona no es el de Chinchulines sino el Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista (MIRA) cuyo brazo político es la OPDIC. (Organización por la defensa indígena campesina)
— “Los chinchulines mataron a mi papá, empezamos a oír ruidos como jamalchitam (jabalí), mi papá me dijo que cuidara a mi mamá que no saliéramos, se oyeron balazos y después risas, gritos. Parecía que estaban bien bolos (borrachos)” María 11 años.
— “Me contó José, un chamaquito de la Siria, que a su tío también lo mataron los chinchulines, se fue a la milpa y ya no regresó, lo encontraron sin cabeza en la parcela” Julio de 12 años.
— “Ellos no son como los guachos (soldados), también tienen armas, pero ellos sí conocen la montaña, saben dónde esconderse, cazar animales y así crudos, se los comen, por eso pueden imitar los sonidos de la selva cuando matan” Pancho 11 años.
— “Una vez con mi mamá encontramos la cabeza de un niño en un palo, en nuestra milpa, yo me asusté mucho, todas las noches lo soñaba, me tuvieron que curar de espanto. Nunca se supo quién era ese niño pero mi abuelito decía que fueron los del MIRA, los antizapatistas que quieren asustarnos” Victoria 11 años.
— “Los chinchulines, son traicioneros, no matan de frente, te agarran en emboscadas o matan niños y mujeres, mi primo se hizo paramilitar y dice que va a matar a todos los zapatistas” Beto 9 años.
— “El hijo de mi tía, también se fue con los antizapatistas, dice que ahí sí hay dinero y que pueden tomar trago” Gabriel 11 años.
Los paramilitares, alimentan en los niños fantasías y terrores. Son seres que se comportan como animales y que no respetan nada ni a nadie. Matan siempre en grupo, a traición o de forma cruel, casi siempre drogados o alcoholizados. Infundiendo miedo a la población en dos sentidos: físico, con la eliminación pública de ciertas personas que son un referente moral dentro de la organización zapatista, y psicológico, ya que se busca paralizar a todos los que de alguna manera se identifiquen con las víctimas. Para Escalona “La Paz significa que los niños puedan soñar con monstruos y regresar a una realidad segura” para los niños zapatistas, en cambio, no existe una frontera entre los miedos imaginarios y el peligro real.
Muchos niños nunca han visto a los paramilitares, pero la gran mayoría dice que los ha escuchado cuando atacan o cuando pasan gritando por la comunidad, conocen historias o incluso han sido amenazados por ellos.
Sin embargo, a pesar de lo que expresan los niños, de forma oral, sobre los paramilitares; en los dibujos no aparecen. La ausencia nos puede llevar a ciertas interpretaciones:
* Que los niños no saben cómo dibujarlos, al tener rasgos indígenas como ellos o bien por no tener rostro.
* Que en algunos casos, la cercanía familiar con ellos les resulta dolorosa.
* O simplemente, que prefieren desaparecerlos de sus dibujos como una defensa del imaginario.
[1] Este último testimonio de Josué es de un suceso ocurrido en Irak, cuando soldados estadounidenses regalaban a los niños irakíes dulces, estalló un coche bomba, los niños zapatistas pudieron observar esto en la televisión y lo llevaron a su realidad.
[2] López y Rivas, Gilberto 2003,”Chiapas” núm. 15 Contrainsurgencia y paramilitarismo en Chiapas en el gobierno de Vicente Fox p 97-119
[3] Paramilitares guatemaltecos y mercenarios entrenados en la Selva guatemalteca y que son asesores de los grupos especiales en ejercicios de guerrilla y de supervivencia en la selva (Idem, 101)
Los paramilitares son una realidad que despierta muchos mitos; por la relativa cercanía de la comunidad con la frontera con Guatemala, los habitantes suelen contar historias de los kaibiles [3] que llegaban persiguiendo a los refugiados guatemaltecos y que en la actualidad son asesores del Ejército federal y de los “paramilitares chiapanecos”. Situación que genera muchas similitudes en sus formas de ataque: comen carne cruda, hacen ruidos como animales, decapitan a sus víctimas o las mutilan.
Los testimonios de los niños sobre los paramilitares denotan mucho miedo, incluso más del que pueden tenerle a los soldados federales. Para los niños todos los paramilitares son llamados “chinchulines” aunque el grupo paramilitar que ataca en la zona no es el de Chinchulines sino el Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista (MIRA) cuyo brazo político es la OPDIC. (Organización por la defensa indígena campesina)
— “Los chinchulines mataron a mi papá, empezamos a oír ruidos como jamalchitam (jabalí), mi papá me dijo que cuidara a mi mamá que no saliéramos, se oyeron balazos y después risas, gritos. Parecía que estaban bien bolos (borrachos)” María 11 años.
— “Me contó José, un chamaquito de la Siria, que a su tío también lo mataron los chinchulines, se fue a la milpa y ya no regresó, lo encontraron sin cabeza en la parcela” Julio de 12 años.
— “Ellos no son como los guachos (soldados), también tienen armas, pero ellos sí conocen la montaña, saben dónde esconderse, cazar animales y así crudos, se los comen, por eso pueden imitar los sonidos de la selva cuando matan” Pancho 11 años.
— “Una vez con mi mamá encontramos la cabeza de un niño en un palo, en nuestra milpa, yo me asusté mucho, todas las noches lo soñaba, me tuvieron que curar de espanto. Nunca se supo quién era ese niño pero mi abuelito decía que fueron los del MIRA, los antizapatistas que quieren asustarnos” Victoria 11 años.
— “Los chinchulines, son traicioneros, no matan de frente, te agarran en emboscadas o matan niños y mujeres, mi primo se hizo paramilitar y dice que va a matar a todos los zapatistas” Beto 9 años.
— “El hijo de mi tía, también se fue con los antizapatistas, dice que ahí sí hay dinero y que pueden tomar trago” Gabriel 11 años.
Los paramilitares, alimentan en los niños fantasías y terrores. Son seres que se comportan como animales y que no respetan nada ni a nadie. Matan siempre en grupo, a traición o de forma cruel, casi siempre drogados o alcoholizados. Infundiendo miedo a la población en dos sentidos: físico, con la eliminación pública de ciertas personas que son un referente moral dentro de la organización zapatista, y psicológico, ya que se busca paralizar a todos los que de alguna manera se identifiquen con las víctimas. Para Escalona “La Paz significa que los niños puedan soñar con monstruos y regresar a una realidad segura” para los niños zapatistas, en cambio, no existe una frontera entre los miedos imaginarios y el peligro real.
Muchos niños nunca han visto a los paramilitares, pero la gran mayoría dice que los ha escuchado cuando atacan o cuando pasan gritando por la comunidad, conocen historias o incluso han sido amenazados por ellos.
Sin embargo, a pesar de lo que expresan los niños, de forma oral, sobre los paramilitares; en los dibujos no aparecen. La ausencia nos puede llevar a ciertas interpretaciones:
* Que los niños no saben cómo dibujarlos, al tener rasgos indígenas como ellos o bien por no tener rostro.
* Que en algunos casos, la cercanía familiar con ellos les resulta dolorosa.
* O simplemente, que prefieren desaparecerlos de sus dibujos como una defensa del imaginario.
[1] Este último testimonio de Josué es de un suceso ocurrido en Irak, cuando soldados estadounidenses regalaban a los niños irakíes dulces, estalló un coche bomba, los niños zapatistas pudieron observar esto en la televisión y lo llevaron a su realidad.
[2] López y Rivas, Gilberto 2003,”Chiapas” núm. 15 Contrainsurgencia y paramilitarismo en Chiapas en el gobierno de Vicente Fox p 97-119
[3] Paramilitares guatemaltecos y mercenarios entrenados en la Selva guatemalteca y que son asesores de los grupos especiales en ejercicios de guerrilla y de supervivencia en la selva (Idem, 101)
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